martes, 29 de enero de 2013

DIONISIOS Y APOLO

DIONISIOS:
El dios griego Dionisos (Baco para los romanos) era el dios del vino y las cosechas, de las fiestas precedidas por el exceso, la embriaguez, la música, la danza y la pasión, la orgía, el desenfreno. Era el dios de la vida y la alegría desbordante.
Nietzsche hace una interpretación que va más allá de su significado ordinario y representaba también el mundo de la confusión, la contradicción, la deformidad, el desorden, el caos, el riesgo, la lucha, la noche, el mundo instintivo, la irracionalidad, la vida en sus aspectos oscuros, lo oculto, lo que nunca quiere mostrarse, lo que hay que callar de nosotros mismos. La auténtica grandeza del mundo griego anterior a Sócrates y Platón estribaba en no ocultar esta dimensión de la realidad que expresaron en la tragedia. A través de este género artístico consiguieron armonizar lo apolíneo y lo dionisiaco, las dos dimensiones fundamentales de la realidad sin ocultar ninguna de ellas. Para Nietzsche la tragedia es mucho más que una obra artística, constituye la esencia de la verdadera cultura: la lucha entre la vida (la embriaguez creadora) y su negación (la norma, lo racional).





APOLO:
Apolo era uno de los dioses más venerados por los griegos, le erigieron muchos templos y a su oráculo acudían cuando deseaban conocer el futuro o aspectos oscuros de su existencia. Los griegos lo consideraron como el dios de la juventud, la belleza, la poesía y las artes en general.
Según Nietzsche, Apolo además expresaba para los griegos un modo de estar en el mundo: era el dios de la luz, de la claridad y la armonía, frente al mundo de las fuerzas instintivas. Simbolizaba también la norma, el orden, la serenidad, el equilibrio, la moderación, la medida, la forma, la perfección, la racionalidad, la felicidad, lo coherente, lo proporcionado, lo que nos gusta mostrar de nosotros mismos.




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